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ETAPA 17. DE OBEJO A ADAMUZ.

martes, 29 de septiembre de 2015

ETAPA APADRINADA POR RAFA.



El sorpresón del apadrinamiento. Ni me lo podía llegar a imaginar. Me alegraste el día. El día, la semana y la vida. Tu apoyo es mucho más que un apoyo: es como pulir con un algodón algo que no se veía muy bien, y que con tu gesto pasa a brillar como el sol. Me alegro mucho, pero mucho, de que estés ahí. Gracias Rafa. Y feliz feliz en tu día (de Santo).



Contador de Kilómetros: 422,5

Recorrido etapa 7 

Se conoce como masoquismo. O tontunería, también. Es tener una cama como un trinquete, con sus dos almohadas, su oscuridad total, su silencio infinito y triquitrí: no poder dormir. El día que tengo una etapa dura, se pone más dura la cabeza la noche de antes. Un auténtico coñazo. Así que hoy me disculparéis si la poca chispa que tengo se me apaga al contaros cosas, pero es que estoy muerto en la bañera. 
Hoy he vuelto a bajar al entorno de la vega, en una etapa larga pero bien pavimentada donde las vistas han sido su máximo valor añadido.

Podría haber salido mucho antes, pero adrede he calculado salir a eso de las siete menos cuarto, para llegar con luz suficiente a un punto del camino que ayer noche me dejó mosqueadillo. Y he hecho bien, porque el punto en si, se lleva una "mini bandera negra" y si lo hubiera tomado con noche cerrada  hubiera sido un problema gordo.

A oscuras he cogido el camino del cementerio, con la compañia de la luna llena. Menos mal que para esas cosas no soy miedica, que si no... Poco a poco he ido bajando en búsqueda del valle del Río Guadalbarbo, al que me iba a encajonar atravesando un paso entre dos cerros, el de Cabeza Chica y el de Cabeza Gorda. El alba también avanzaba despacio descubriéndome en su mezcla con la luna los terrenos por donde andaba, básicamente olivares y monte con algunos almendros.

 Hoy, guiño de luna.

Cabeza Chica, Cabeza Gorda (no es un poema de Alberti...)


Al llegar a la base de la Cabeza Chica, el GR indica que hay que abandonar la pista para rodear el cerro por la derecha, metiéndose en una finca. Y como yo pensaba, en la finca había dos perracos grandes y predispuestos. Menos mal que un hombre con un coche justo acababa de entrar a alimentar a unas borregas. Le he preguntado, y me ha dicho que si quería meterme lo hiciera sin problemas, pero que no hay camino, se va por monte, y al final se va llega al mismo carril por el que estaba caminando ¿Para qué complicarse la vida entonces? La misma distancia, pero por un camino más transitable... mini punto negro. Porque por el carril, antes de 15 minutos he vuelto a retomar las señales del GR. Además, con unas preciosas vistas al valle del Guadalbarbo y mi primer vistazo al pantano de Guadalmellato.

 El GR propone rodear el cerro por la derecha, entre monte. La pista lo hace por la izquierda.

El Guadalbarbo, entre los dos cerros. 

Primer encuentro con el pantano.

La pista termina conectando con la carretera que viene de Obejo.Se pasa a pisar asfalto, y ya no se abandona hasta dos kilómetros antes de Adamuz. Eso sí, en todo este trayecto me he cruzado con la friolera de... 7 coches. No está mal para más de 6 horas y de 30 kilómetros de asfalto. La carretera se acerca a la cola del pantano. Y uno va pensando: que bien, pegadito al agua, en llanito... Pues no. Tiene dos repechos de los de pegar la lengua al asfalto. Claro que la sucesión de vistas hacia al pantano no para. Aquí os pongo una selección (os prometo que he hecho algunas más).





Tras el último repecho, que rodea un cerro pegado a la presa, el camino comienza un decidido descenso hacia la pared de hormigón. Delante, aparece Peñas Rubias, con su espectacular pared vertical. A partir del embalse y en dirección ya hacia Adamuz, los afloramientos rocosos se hacen una constante. La cuarcita aparece en mitad de los campos como si fueran islas, dándole un particular encanto a este tramo de ligera subida.

Peñas Rubias.

Toma paredón. Por ahí encima he pasado después. 

Los plegamientos, a pie de carretera, son para alucinar.

Esta y la siguiente, peñones de cuarcita que anuncian la próxima parada obligada.


La sorpresa aparece cuando ya llaneamos en la cumbre. De pronto, tres moles de piedra, los peñones de los Conventos, dibujan un skyline sin precedentes hasta ahora. Y lo más fuerte es que en el del medio (Peñón de Jesús), y ya totalmente en ruinas, durante 500 años hubo un convento de monjes anacoretas. Desde luego es un estupendo lugar para la vida contemplativa. 
Mojón del camino y al fondo Los Conventos. Las dos siguientes, más vistas.



Y ya, llaneando primero por una cuerda  que tenía al lado kilómetros y kilómetros de una finca delimitada con acacias y luego con una progresiva bajada que me dejaba divisar ya al fondo la vega, he acabado llegando a Adamuz, mi destino.

¡Qué hartura de acacias! ...con el coraje que le dan a mi padrino de hoy...

La vega de vuelta.


Lo primero que he hecho al llegar a Adamuz  es comer. Un caldo gallego y un bacalao en Casa Paco, que me ha puesto el mundo del revés. Madre mía, la bajona que me ha dado después de comer... ¡pues no! No he podido dormir siesta. Espero, por el bien de la humanidad, que esta noche sí que duerma.

Por la tarde me he visto con Domingo. Él es el cronista oficial de los "culiquemaos", que así se llama popularmente a los de Adamuz, porque para la Candelaria no sólo hacen candelas, sino que las saltan hasta los niños chicos. 
Hemos estado charlando sobre Adamuz en una conversación muy agradable. Pese a que el nombre parece derivar del árabe, damus, que significaría el rincón, o la cueva, los restos a gran escala de este poblamiento están perdidos. Queda la estructura del poblamiento, alrededor de un cabezo, con calles estrechas alrededor del punto más alto. Y aunque en el término municipal también se han hallado restos romanos e íberos, la actual estructura del pueblo, es la que adquirió esta pequeña aldea tras la reconquista. Y todo basculó en torno a dos factores: la presencia de dos caminos, y la adquisición de la villa por parte del marques de El Carpio. 

El camino más importante de los dos, el camino Real de la plata, comunicaba Toledo con Córdoba. Y adamuz estaba justo a una jornada de Córdoba. Vestigios de lo importante que fue, son dos fuentes o pozos, muy antiguos, situados en el comienzo del pueblo en el trazado de ese camino, y la enorme cantidad de posadas que había en todo el camino, así como la anchura de alguna de las calles por donde discurre. Una parte de este camino, sigue manteniendo el nombre de Calle Mesones. 

Fuente de 1575 al inicio del camino Real. Toma el agua de una galería romana.

Calle Mesones. Todo esto eran posadas.

El otro camino, el de los Pedroches, sigue manteniendo la nomenclatura en la larga calle por la que circulaba el camino. Era el paso que tenía los habitantes de las comarcas más serranas, al norte, con la vega al sur. Y se fue poblando de gente de aquellos lugares, que importaban sus modos constructivos. Como ejemplo, una ventana en esta calle que es típica de los Pedroches, para protegerse del frío. Aquí pierde un poco su sentido, pero por tradición constructiva, la encontramos en esta calle.

 El otro factor que marcó el destino de Adamuz, es la compra de la villa por parte del marqués de El Carpio, que lo primero que hizo fue erigir la torre del castillo que, pese a no tener constancia documental (el archivo de la localidad se quemó entero en la guerra civil), posiblemente formara parte de la casa solariega de la familia que incluiría prácticamente la manzana entera de casas actuales. Esa primera instauración del marqués aquí, favoreció que otros nobles también acabaran tieniendo casa solariega en el pueblo, por lo que alrededor de esta casa, se suceden algunos ejemplos más de palacetes.

Torre del reloj. La siguiente, con la manzana entera de casas.



Casa de Lara y Ayllón. La última, casa de los Torralba y la anterior pozo del año 1329 presente en esta última casa.


La iglesia, justo a las afueras de lo que sería el primitivo núcleo urbano, está construída en tres fases y muestra como principal seña de identidad, igual que en muchas de las construcciones del pueblo, esa roca rojiza llamada molinaza. De principios pero principios de la reconquista, durante la guerra civil perdió la mayoría de su patrimonio interior.

Esta y la siguiente, vistas de la iglesia de San Andrés.


Y mucho más. Un centro de interpretación, donde Domingo os puede explicar al detalle la historia y patrimonio del pueblo, dos casas con misteriosas inscripciones en las puertas, el resto de una fábrica de jabones, primer patrimonio industrial que me encuentro este GR... ¡Adamuz tiene mucho que ofrecernos!


Restos árabes y romanos en el centro de interpretación.

Casa con símbolos templarios góticos. Se desconoce el significado de los símbolos. La siguiente, casa con un escudo masónico: Jesucristo, compás y escuadra. La leyenda pone: " Al que mucho veas hablar no le hagas caso  ni le des crédito ninguno. 1570"

Chimenea de la fábrica de jabones del siglo XIX

Muchas gracias Domingo por tu inestimable ayuda para poder comprender mejor todo lo que significa tu pueblo.

 


4 comentarios:

Unknown 29 de septiembre de 2015, 13:18  

Etapón, Etapón y como su padrino, solo decirte que te lo estas currando tela y que estas haciendo una pedazo aventura que nos está enseñado lo hermosa e interesante que es esa sierra que yo tengo tan cerca.
Sigue caminando con esa fuerza que te sobra, tío grande.
Descansa esta noche que merecido te lo tienes.
P.d. Que siga brilando el sol.

Unknown 29 de septiembre de 2015, 14:05  

Gracias Rafa! Muack!

Kobos 29 de septiembre de 2015, 14:36  

Es-pec-ta-cu-lar.
Sigo pensando que esta es la etapa reina, muchas horas... pero ha merecido verdaderamente la pena tu esfuerzo y por tu crónica. Enhorabuena.

Unknown 30 de septiembre de 2015, 4:17  

Gracias!!!

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