ETAPA 10. DE CONSTANTINA A LA PUEBLA DE LOS INFANTES.
martes, 22 de septiembre de 2015
ETAPA
APADRINADA POR MÍRIAM Y QUIQUE.
De una
casualidad puede surgir una amistad fuera de serie. Aunque
seguramente lo que está descatalogado es vuestra forma de ser, que
invade el entorno con un bálsamo de tranquilidad y buen rollo. Sois
el mejor efecto colateral que nunca dio Menorca. Gracias Quique y
Míriam.
Regalazo de ayer.
Las dos torres del Castillo, desde la subida.
Lavaderos.
CONTADOR
DE KILÓMETROS: 237,5
A las
siete menos diez, con mis pulseras recién regaladas la noche antes en las muñecas, ya terminaba de desayunar. He pasado
junto a la iglesia de Constantina cuando daban las siete, de ese
reloj al que ayer le di cuerda (emoción). Aún de noche, he
comenzado esta larga etapa que mi mente había dibujado como en
general yerma y monótona y que la realidad ha desmentido con creces.
Esta ha sido la etapa de los olivos. Luego también de los
alcornoques. Y de las dehesas. Una dulce sucesión de los tres
entornos, manteniendo un exquisito equilibrio. Tras algo más de
cinco kilómetros por carretera poco transitada en un entorno en
general de huertas y olivos, el camino toma la pista de El
Alcornocal de las Ánimas. Se trata de un cordel que circula en su
mayor parte pegado por la izquierda al límite del Parque Natural de
la Sierra Norte de Sevilla. Es curioso, porque en muchos momentos, me
ha parecido mejor el lado derecho, que no pertenece al parque.
Incluso me ha hecho pensar sobre lo que supone, para los cortijos que
salpican el camino, el estar o no dentro del parque. Los situados a
la izquierda, posiblemente tengan más trabas administrativas que los
situados a la derecha. Unos metros que marcan diferencias.
Olivar de montaña. Precioso ejemplar.
Inicio del Alcornocal de las Ánimas.
¿Qué os parecen mis "buenos días"?
El
carril, en buen estado pero siempre acompañado de numerosas piedras,
se hace muy agradable por los espectaculares ejemplares de alcornoque
que lo tapizan. Olivares de montaña se confunden con los alcornoques
en un continuo descenso hasta el arroyo de Guadalbacar, que me ha
sorprendido con un caudal más que bueno. La llegada, al ser aún
mañana temprana, me ha deparado un bajón de por lo menos cuatro o
cinco grados de temperatura. Y en la posterior subida, hasta comenzar
el llaneo en dirección a Gibla, he podido comprobar como empieza ya
a despertar el musgo, que todo el verano se ha agazapado a la espera
de las lluvias. Las umbrías están ya a punto de explotar de vida.
Arroyo de Guadalbacar desde el puente.
Quiero ser vaca.
El tramo
de llaneo por el carril de Gibla es muy recomendable, aunque un poco
pedragoso. Se alternan muy buenos ejemplos de dehesas puras de
encinas, o de alcornoques, más o menos abiertas, con cortijos
ganaderos (el de Gibla y la casa del Alcornocal son todo patrimonio).
Un tramo algo largo, y que pese a presentar paisajes presentes en
otros muchos tramos anteriores del GR48, se ha vuelto un placer.
Cortijo aislado de todo, en Gibla.
Los alcornoques, siguen manteniendo aquí su máximo esplendor.
Alrededor
del kilómetro 17, se toma un carril de casi permanente bajada, en
dirección ya a la Puebla. El carril, llano como un espejo, ha sido
un regalo para mis pies. Generalmente soleado, se agradecía la
presencia ocasional de algunas sombras que primero ofrecían algunos
alcornoques, luego encinas, y conforme se baja más y más, generan
algunos pinos, madroños y acebuches. Empiezan también a aparecer
espectaculares vistas sobre La Puebla. Pronto, bajo un sol de
justicia, he pasado por la ermita de Nuestra Señora de las Huertas,
a la que se dirige anualmente la romería del pueblo. Y apresurándome
cada vez más, sabiendo que la ducha y el agua fresca estaban un poquito
más cerca, por fin he llegado a La Puebla de los Infantes.
Espectaculares vistas en la bajada.
El carril, llanito y en bajada, es para quererlo.
Ermita de las Huertas.
Aquí
estaba Carmen. Cucharra de adopción que conocí a través de las
redes sociales, ha conseguido una movilización sin precedentes. La
Puebla en Transición, gente de IU, el Santo por Montera, senderistas
del pueblo... todos han aportado, ¿un grano de arena? no, montañas
enteras. Me he alojado, con su esfuerzo, en la Posada de los
Infantes, espectacular hotel que recomiendo encarecidamente. Preciosa
restauración y todos los servicios para disfrutar de este encantador
pueblo. Hemos comido todos juntos, y por la tarde, hemos estado con
Rogelio, en Radio La Puebla de los Infantes, que me ha entrevistado
mostrando un grandísimo interes por el proyecto. Ya después,
Rafael, me ha metido de cabeza en el patrimonio local, con una
escapada final al mirador de las Palomas. Así que hoy voy tarde,
pero ¡con mucho gusto!
Mari Carmen, Rafael y Carmen. Una parte de mis anfitriones de hoy.
Aldea
Cañévolo, parece ser el poblamiento de la época árabe en esta
zona, aunque seguramente no coincidía exactamente con el trazado
actual. Cerca del castillo actual, y en dirección sur-suroeste,
parece ser que pudo estar la Alcazaba, y en esa dirección se pudo
distribuir el poblamiento. Pero la reconquista aquí fue brutal.
Tres fases de ataque que lo destruyeron todo. Así que el poblamiento
posterior fue nuevo, aunque posiblemente, aprovechando materiales de
las construcciones anteriores. La Puebla no ha sido realengo de
Sevilla, sino que fue Alfonso X el que dio una "carta puebla",
lo que vendría siendo una donación, a su sobrino para agradecerle
sus consecuciones militares en la reconquista. En esta carta se
otrogó el donadío de Castril, valle que se encuentra a la izquierda
de la localidad y donde está actualmente el Pantano José Torán. A
partir de este momento es cuando La Puebla comienza a ser lo que es
hoy.
El
castillo, que se comenzó a construir en el siglo XIV, es plenamente
cristiano, sin aprovechar ningún emplazamiento anterior. Se mantienen
en pie dos torres, que han necesitado muy poca restauración, y
algunas faldas de murallas. Fagotizado en su día por algunas
viviendas, se ha procurado un proceso inverso, con lo que poco a poco
se van quitando las construcciones que se le habían adosado, aunque
aún resta alguna. Y muy cerca, dando servicio a los destacamentos
militares que habría en la zona, la Iglesia de Santiago, de
vocación claramente mozárabe, que al sufrir los efectos del
terremoto de Lisboa, parece huérfana ahora mismo, pues es como si le
faltara la mitad.
Una de las murallas. Hace muy poco, aquí había una casa. Ya no está. ¡Bien!
Vista del conjunto.
La Iglesia de Santiago, huérfana de su mitad.
El
poblamiento cristiano pero de influencia andalusí, se extendió por
las faldas de este castillo, dejando importantes vestigios tanto en
la nomenclatura (calle Zahareta, barrio de la Meína, acrónimo de
"medina", lo que en muchos otros pueblos sería la
morería), como en el trazado urbano, retorcido, con escalas y calles
estrechas. Y con muchos afloramientos de rocas, en las casas y
calles.
El pasado musulmán pesa.
Casa en la Meína.
Cerca de
la morería, dos estupendas paradas: Los lavaderos públicos, únicos
en toda la provincia de Sevilla por su situación en bajo, su ángulo
de 90º y lo grandes que son. Y la ermita de Santa Ana, mudéjar algo
tardío, preciosa, y con una plaza al lado que tiene un pozo en el
que hay que morir. 100% vivo, he podido comprobar como un vecino
bajaba el cubo y lo llenaba de agua para su uso. Genial.
Puerta de Santa Ana.
Preciosa plaza cucharra, con su pozo vivo.
Más
alejada, se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de las Huertas,
patrona de la localidad. Una mezcla de tres estilos: medieval y
mudéjar en su construcción original, y neoclásico en las partes
que se derruyeron en el terremoto de Lisboa que también le afectó.
Le da un toque grandioso al centro del pueblo, que también presenta
algunas casas bastante señoriales, del XVIII y XIX, cuando la
desamortización, que aquí afectó sobre todo a bienes señoriales
más que eclesiásticos, y fue generando progresivamente una mejora en
la distribución de la riqueza del pueblo.
Ésta y la siguiente, Iglesia de Nuestra Señora de las Huertas.
Por
último, hemos ido al mirador de las Palomas, espectacular atalaya
desde donde hemos podido ver todo el valle del Castril, con el
pantano de José Torán no muy boyante, y unas preciosas vistas sobre
la vega del Guadalquivir.
El embalse, que abastece a Lora y a alguna población más.
La vega. Entre la neblina, asomaban las béticas cordobesas.
Muchas
gracias Rafi, y María José y Dolores y Mari Carmen y José. Muchas
gracias Rogelio. Y muchas gracias Rafa y Carmen. Ha sido brutal todo
lo que habéis hecho para conseguir que mi estancia en La Puebla de
los Infantes sea excelente. ¡Nos vemos pronto, que vendré a comprar
ese espectacular aceite de oliva ecológico, y a caminar los senderos
que ofrece este bello paraje!
2 comentarios:
Cerquita de mi pueblo!! 👏👏 mañana tercera provincia ! Animo!
Pin, me he llevado todo el día acordandome de ti!
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