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ETAPA 23. DE BAÑOS DE LA ENCINA A LA CAROLINA.

lunes, 5 de octubre de 2015

ETAPA APADRINADA POR ÓSCAR Y LUCAS, DAVID Y MARC.



Recuerdo un día hace muchos años. Yo estaba jugando en la calle, tendría 12 o 14 años y vosotros dos os ibais ¡A ligar! Siempre os habéis llevado como hermanos, y me alegra mucho que apadrinéis juntos y además con vuestros hijos. Pero lo que más me alegra es que me apoyéis. La vida hay veces que se ve gris oscuro, o negra, o directamente no se ve. Y de pronto, todo cambia, y la luz lo inunda todo. Y ahora está todo iluminado. Qué bien. Gracias Marc y David y Lucas y Óscar. 



Contador de kilómetros: 585,8

Recorrido etapa 23 


Hoy he dormido estupendamente porque, además de estar muy cansado, no me dio ayer noche por estudiar la etapa, y lo dejé para esta mañana. Menos mal, porque si no os aseguro que mi cabeza no me hubiera dejado dormir. En la página web del GR 48, en esta etapa, pone la siguiente nota informativa:

En la etapa 4 del GR 48 en Jaén, Baños de la Encina – La Carolina, vamos a encontrar ganaderías de toros bravos por donde discurre el sendero. Sobre todo en el entorno del Quinto de Los Cuellos y la Finca La Nava.
No existe alternativa a este tramo y mientras no se resuelva esta incidencia, aconsejamos que no se realice, es muy peligroso.

¿Qué hago? Pues me he echado la manta a la cabeza, y a lidiar. Eso sí, he estado acojonado mucho rato. Os cuento:

He salido, tras desayunar con Terry, mi excelente huésped, en búsqueda de la via Pecuaria que me iba a acompañar hasta tomar el cordel de La Carolina a Guarromán, por donde discurre la mayor parte del trayecto. En un ascenso  entre pinos, he ido a dar de bruces con la primera vaca ¿brava? en el camino, ya en el kilómetro cuatro. Y yo, hipersensibilizado, con la taquicardia a mil. La vaca me miraba raro. Es en este tramo de subida del arroyo Rumblarejo, hasta los peñones de Chirite donde me he encontrado más ganado.

 Por los pinos, aún estaba casi oscuro.

 El sendero ascendiendo por el Rumblarejo. Yo ya andaba de los nervios.

El sendero va siguiendo la via pecuaria, hasta que en el entorno del Cortijo de Navarredonda la señalización cojea. Me he acercado al cortijo, y sin perros a la vista y con dos trabajadores, me he atrevido a preguntar. Me han indicado estupendamente hacia una pista que en verdad estaba muy cerca, y que finalmente ha resultado ser el cordel de mi camino. ¡Ah! A todo esto desde ya hacía un rato había comenzado a llover, y yo de los nervios. Pronto, se han incorporado a mi senda las indicaciones del GR, pero claro... ahora ya no sabía si el tramo "bravo" había pasado, estaba por venir, o directamente estaba bajo mis pies. Lo que sí que había era mucha caca de vaca ¿brava? Hasta que no he pasado el kilómetro 16 o así, no he comenzado a sentirme más tranquilo. Eso sí, a la que la pista se ha ampliado, han ido apareciendo vacas sueltas por todo el trazado. Así que yo de los nervios, porque... ¿serían bravas? Por lo demás, deciros que el cordel es plenamente una cuerda, que circula por la parte alta de una sucesión de cerros dejando a la derecha la campiña norte jienense y a la izquierda la zona de influencia del Rumblar. Un rato que ha parado de llover, he podido echar un par de fotos. 

 Este es el entorno de dehesa ganadera que he tenido casi todo el camino de hoy. La siguiente, vistas desde el cordel hacia la campiña.



En el cortijo de los Cuellos (donde había una espectacular testa de un toro semental colgada en la puerta), me he cruzado con dos ganaderos de la zona, con los que he charlado un rato. ¡Y sí! eran bravas. Y eran de ellos. Y no hacen nada. Total, que he estado caminando entre vacas bravas, pero por favor, no repitan esto en sus casas. Ya desde aquí, el trazado se encamina decididamente hacia La Carolina, donde he entrado con una persistente lluvia.

 Miedito.


Al llegar a La Carolina he ido en búsqueda de Chelo, que me ha gestionado toda mi estancia, incluyendo el alojamiento en el Hotel La Perdiz. Y tras descansar, me he visto con Pedro, trabajador del museo y amante de su pueblo y de la historia de su pueblo.
Ya cuando llegaba caminando a La Carolina, viendo en el mapa por donde iba a entrar, me sorprendía el increíble trazado regular. Todo son calles largas, paralelas y perpendiculares, lo que denotaba un diseño que yo no me podía imaginar que fuera tan estricto y preconcebido.

 Mapa de La Carolina. Es como si fuera en ensanche de una gran ciudad, pero en todo el pueblo.

 Detalle de una de las largas y rectas calles. 


No puedo seguir sin intentar hacer una breve aproximación histórica, que seguro deja aspectos importantes en el tintero.
En el siglo XVIII, España era un reino donde unos pocos nobles y alto clero, propietarios de la mayoría de las tierras, exprimían en vida a una mayoría de campesinos, arrendados, sin bienes, sujetos a una carga de impuestos brutal. El mantenimiento del status quo se perpetuaba por la influencia que ejercían la nobleza y el clero, mientras que en muchos puntos de Europa comenzaba a despuntar una burguesía basada en la industrialización. Aquí teníamos la cabaña ovina mayor de Europa, pero teníamos que comprar los paños fuera porque no había tejido industrial para fabricarlos, por ejemplo.
Así las cosas, y dentro del plan de reforma agraria ideada entre otros por Floridablanca e instaurada por Pablo de Olavide, se creó el proyecto de la NUEVAS POBLACIONES. Sevilla, Ciudad Real pero sobre todo Córdoba y Jaén, en el entorno de Sierra Morena, pretendían repoblarse con proyectos exquisitamente novedosos, dando seguridad a los caminos, pasando a explotar los bienes naturales de estos lugares y promoviendo las manufacturas e incipientes industrializaciones derivadas de los recursos que diera cada lugar. El poblamiento se realizó con 6.000 colonos extranjeros (procedentes de diversos lugares de Centro-Europa), con un fuero especial y avanzadísimo para la época que instauró Carlos III mediante real cédula, y con unos proyectos de urbanización que primaban el reparto igualitario de tierra, casa y trabajo y una funcionalidad inexistente en estas tierras hasta ese momento. Y La Carolina era la capital de estas Nuevas Poblaciones.  ...wow...

Así que sobre la antigua Ermita de La Peñuela, se erigió la iglesia de la Inmaculada, y sobre el antiguo convento anexo, el palacio de la superintendencia. Y este último, símbolo real, era lo que se veía cuando se entraba al pueblo desde la puerta Este. La iglesia estaba, como en todos los pueblos, pero aquí el poder "fáctico" era el del Rey.

 Iglesia, a la derecha y palacio anexo. Lo que se divisaba primero era el gobierno civil.

El interior de la Iglesia está curiosamente pintado.


Dos puntos importantes del pueblo eran sus entradas. La entrada desde Madrid, tiene dos torres, las de la Aduana, pues daban paso al lugar donde se cobraban los impuestos y peajes. Y es en esta entrada donde vemos una de las pocas rupturas del trazado cuadricular del pueblo. Una vez se entra, se puede girar 60º a la derecha y encaminarse hacia el poder civil y eclesíastico, seguir hacia adelante e ir al nucleo comercial de la localidad, o 60º a la izquierda para dirigirse a la parte de huertas, fábricas y zona productiva. Todo pensado, señores.

Esta y la siguiente, Torres de la Aduana. La última, detalle de la bifurcación de las calles.



La otra puerta, hacia el Este, es la que mantenía en la visual el palacio, subiendo por una calle especialmente ajardinada. Tiene dos torres, de un par de años después de la fundación, con unos relieves exquisitos que reflejan la vida diaria de aquellos colonos, colonas y colonitos. Y no dejan de tener cierto aire propagandístico del rey, como buen rey absoluto que era.

 Esta y la siguiente, detalles de las columnas de la entrada Este.


Hay que pensar que todas estas casas, antes, eran iguales, por lo que el palacio destacaba sobremanera. La instauración posterior de empresarios mineros en el siglo XIX y XX remodeló algunas de las casas, embelleciéndolas. También tenemos restos del patrimonio industrial con dos Torres de Perdigones, una restaurada y la otra no. Y el edificio de la cárcel, actuales dependencias del ayuntamiento, en cuyos calabozos, que he podido visitar, estuvo preso Rafael del Riego antes de ser ajusticiado en Madrid.

 La preciosa calle que une el palacio con la puerta de Levante.



Esta y las cuatro siguientes, ejemplos de varias casas del pueblo. Algunas mantienen el trazado original y otras  fueron embellecidas en el siglo XIX.




Calabozo. Las dos siguientes, cárcel con el Ayuntamiento, y fachada lateral. 



Torre de la fábrica de perdigones restaurada. En la siguiente, se ve a lo lejos la otra torre de perdigones, pendiente de restauración.


Por último hemos estado en el museo de La Carolina. Un excepcional espacio, aledaño al Palacio, donde se interpreta de forma clara y lúdica el patrimonio minero de todo el término municipal, sus hallazgos desde la época neolítica hasta la época romana, que son muy abundantes, y un interesante paseo por la fundación e historia de las Nuevas Poblaciones.

 Pablo de Olavide. La siguiente, detalle del museo.


Gracias Chelo por tu implicación y por haberme montado una estancia en La Carolina tan agradable. Y gracias Pedro por compartir conmigo tus conocimientos y amor por este pueblo que me ha sorprendido gratamente.

 
NOTA: Mañana viene Pablo a buscarme por la tarde, así que editaré la última entrada, ya el miércoles por la mañana. Esto se acaba señores...


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