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ETAPA 19. DE MONTORO A MARMOLEJO.

jueves, 1 de octubre de 2015

ETAPA APADRINADA POR ROSARIO Y SAMANIEGO.



Nunca se me olvidará esa mañana en Julio, mientras entrenaba, en la que Pablo me llamó para preguntarme el número exacto de etapas porque mis padrinos de hoy ¡me apadrinaban los desayunos de todas ellas! ¡Qué genialidad! Desde la primera vez que hablé contigo, Rosario, me trasmististe bondad por los cuatro costados. Qué alegría que os haya gustado mi proyecto. Gracias Samaniego y Rosario.


Contador de Kilómetros: 467,5


De un tirón hasta las seis estuve hoy durmiendo. Y tras desayunar y rodear Montoro por debajo, justo comenzaba el inicio del sendero cuando el pueblo se despedía de sus luces artificiales para dar paso a sus luces naturales. Me dirigía ya hacia mi última provincia de este GR: Jaén

 Adiós Montoro.

Tras un tramo de carretera, justo al pasar el puente del arroyo Martín Gonzalo que bajaba bastante bien de agua, se deja el asfalto para enfilar otro precioso camino empedrado, que tanto identifica a este pueblo. He tenido incluso un guiño solar totalmente montoreño: en un camino empedrado y entre olivos. Este primer trayecto, va dejando a uno y otro lado varios cortijos, que han sido una constante de la etapa. Algunos más humildes, otros más señoriales, todos con molinaza.

 Puente sobre el arroyo.

Guiño solar 100% montoreño.

De todos los cortijos, este es el que más me ha gustado.

Pronto se pasa a pisar asfalto, primero por la carretera A-3102 y luego por una carretra auxiliar que pasa a circular por una espectacular penillanura dedicada íntegramente al olivar y con algunos ejemplos de cortijos nobles, reconvertidos en algún caso en casas de turismo rural. Al final de esta penillanura, se baja en búsqueda del arroyo del Membrillo, y desde aquí a buscar al arroyo Corcomé, mucho más amplio. Ya desde la bajada se comienzan a ver importantes afloramientos rocosos. Son los conglomerados del búnter, rocas que aglomeran otros pequeños cantos rodados. Si son grandes son espectaculares, y si ya están más cuarteados permiten ver en detalle como esos cantos están cimentados entre sí. Es como si se le hubiera hecho una foto a un lecho de río antiguo. Muy recomendables, la verdad. 

 El delicioso tramo de carretera de hoy.

 Esta y la siguiente: conglomerados del Bunter.


 El sendero discurriendo por el Arroyo Corcomé

El sendero cruza el Corcomé y asciende por una preciosa pista que pronto se mete en un olivar buscando la carretera A-3101, que se cruza de inmediato para ir a buscar la preciosa bajada al río Guadalquivir. Bastante brusca y con firme desigual, discurre con un encanto especial entre monte mediterráneo. Lo bueno es la bajada. Lo malo es el punto negro que he tenido que poner al llegar al lecho del río. El camino se bifurca en dos senderitos sin señalización: uno directamente al río y otro subiendo hacia el campo de olivos adyacente. La topoguía explica que hay que seguir pegados a una antigua acequia que delimita el campo de olivos. Pues he andado por lo menos dos kilómetros en dirección a la desembocadura del río Yeguas buscando la dichosa acequia (si miráis el trazado del track de hoy veréis que no miento). Del pastizal al olivar del olivar al pastizal y viceversa y viceversa de nuevo. Al final por fin he encontrado la acequia y un mojón adyacente, pero mis dos kilometricos de saltos por bancales, por arroyos que excavan cauces de más de un metro de profundidad y de arañazos que me ha propinado el pastizal, no me lo quite nadie. Así que señores del GR, señalicen mejor cuando lleguen a un cauce importante, que ya es el tercer punto negro que me encuentro en un río. HAGAN ALGO POR FAVOR.

La pista de subida. 

 La bajada al Guadalquivir.

 
Una vez se llega a la desembocadura del Yeguas, se sigue paralelo por un camino que vuelve a subir al olivar en búsqueda del vado de la Charca Grande, y yo, hipersensible que estaba ya con el temita de la bandera negra previa, andaba preocupado por si el río no se podía vadear. Pero sin problemas. He cruzado a la provincia de Jaén, no sin antes percatarme de otro error en la señalización del camino: según las balizas, de pronto le han aparecido 10 Km más al sendero. Qué contrariedad. 

¡Hay que acabar con esta farsa! (risas)

 Vadeando el Yeguas. Ahí detrás está Jaen.

Ya en Jaén, la pista vuelve a ascender buscando esta vez la carretera A-420 que ya no se abandonará hasta la llegada a Marmolejo. Aquí he tenido un encontronazo flipante. Cinco o seis ejemplares de meloncillo se me han cruzado asustadísimos al verme (supongo que era porque estoy muy moreno -risas-) Nunca he visto tantos ejemplares juntos, y lo sorprendente es que estaba ya llegando a la carretera, y en un olivar muy abierto. Para mi se queda el momento. Y a partir de ahí ya larga bajada a la vega, cruce del fabuloso puente de Marmolejo y vuelta a subir en búsqueda del pueblo.

 El embalse de Yeguas al llegar a la carretera.

 Se nota que nos vamos acercando a la sierra de Andújar.

 El puente de Marmolejo. Al fondo aparece la cúpula del balneario.
 

El ayuntamiento de Marmolejo me aloja finalmente en el Hostal Plaza, pues las instalaciones del polideportivo estaban lejos y no disponían de Wifi. Les estoy muy agradecido, sobre todo a Roger por sus trámites.

Javier Expósito, concejal de deportes me ha acompañado junto a Bartolo, del área de cultura a conocer algo más el patrimonio de este pueblo que se debe, esencialmente, a sus aguas y su balneario, hoy cerrado.

La antigua Uccia romana, que se situaba en lo que hoy sería las afueras del núcleo urbano, en las Torrecillas, tuvo su razón de ser por su agricultura y por sus fuentes, que ya eran conocidas entonces. Sin mucho interés en la época de dominación árabe, el pueblo pasó durante la reconquista, a instaurar su actual trazado urbano. Con dos núcleos de culto, la Parroquia de la Paz y la Iglesia de Jesús; el caserío actual no muestra prácticamente huellas de esta época.

La iglesia de Jesús, del siglo XVII y restaruada en el XIX, tiene en su interior una talla de las tres que existe de la Virgen de la Cabeza, de gran veneración en estos lares. Por su parte, la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Paz, también del siglo XVII aunque algo anterior, está restaurada desde hace pocos años. De un efectismo visual fuera de lo común, el interior presenta un retablo recargado, brillante y precioso.

 Iglesia de Jesús. La siguiente, la Virgen de la Cabeza.


Exterior de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Paz. Las siguientes, del interior.





Pero si algo le inyectó vida al pueblo, fue la explotación a partir de finales del siglo XIX de lo que siempre se había conocido: sus impresionantes manantiales. Situados muy cerca del río, a los pies del puente de Marmolejo, manan agua constantemente, con diferentes sabores. Y una vez se analizaron en aquel tiempo, se determinaron las excelentes propiedades curativas de cada uno de los manantiales para unas u otras dolencias. Se generó entonces toda una estructura de servicio de alojamiento para atender a los miles de visitantes que acudían al balneario. Os hablo de principios del siglo XX. Los "agüistas", fueron el motor del pueblo, que llegó a tener más de 40 hoteles, muchos de ellos dirigidos a la alta sociedad, que era la que más frecuentaba el balneario. Servicios de taxis. Un tranvía, tirado por bestias, que hacía de lanzadera entre los alojamientos del pueblo y el balneario. Y de todo eso, prácticamente no queda ni rastro... El balneario, cerrado desde hace unos años, sufrió inundaciones recientemente y el consistorio, que esta legistalura está repleto de caras nuevas, quiere volver a relanzar la instalación. Ojalá lo consigan. He podido ver dos huellas de este esplendoroso pasado. Una es una vasera, que todavía se confeccionan. Eran imprescindibles para bajar al balneario, pues el agua no se podía embotellar al oxidarse muy rápidamente y había que tomarla allí mismo. Y cada uno llevaba su vaso con su vasera. Y también hemos podido entrar en casa de Manolita, que mantienen intacta lo que es el único establecimiento hotelero para agüistas que queda en pie en el pueblo. Una casa excepcional, bella por fuera y por dentro, como su dueña, que nos la ha mostrado con una amabilidad y una templanza que no olvidaré jamás. Y de postre, un pestiño hecho por ella. Qué maravilla.

 Vasera.

 Casa de Manolita, por fuera. Las siguientes, detalles del interior.






Y justo al lado, la sorpresa del pueblo: un museo de arte contemporáneo. Mayte Spinola, pintora contemporánea ligada a este pueblo, ha sido la impulsora del mismo. Un espacio tranquilo donde poder disfrutar de su arte y de otras obras de pintores actuales que definitivamente no esperaba encontrarme en Marmolejo. Y... ¡tiene un cuadro pintado por Tita Cervera! ...aguanta...

 Vista del museo. Las siguientes, algunos ejemplos de obras (la azul es la de la baronesa)







Gracias "Roger" y Gracias Javi, por vuestra hospitalidad, vuestro tiempo y vuestro acompañamiento. Y gracias Manolita por permitirme revivir Marmolejo como fue en su época más esplendorosa. 



 

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