ETAPA 1. DE BARRANCOS A ENCINASOLA.
viernes, 11 de septiembre de 2015
ETAPA APADRINADA POR PABLO
El
primero de los padrinos: primero en apadrinar, primera etapa, primero
en el orden de mi vida. Mi contrapunto. La moderación ante mis
extremos, el apoyo ante mi inseguridad. Risas y tranquilidad y empuje
vital. Gracias, Pablo, por apoyarme tanto en este proyecto y por
apoyarme tanto en mi vida. No se me ocurre mejor compañero para mi
camino. Te quiero. Gracias Pablo.
Antes de
comenzar con la etapa de hoy, quiero dar un par de apuntes:
·El
cambio horario no ha afectado a mis hábitos de sueño. Sigo durmiendo
igual de mal (risas). Hoy a las cuatro ya me he despertado. Eso sí,
eran las tres en la hora de Portugal.
·Ayer
comí bacalao en Aracena, y luego cené bacalao en Barrancos. No
hagáis nunca eso: he tenido esta noche más sed que el que corta los
kebab.
Bueno,
pues a quien madruga el camino le ayuda, o algo así. Hoy he
caminado 15 Km. He salido de Barrancos bien temprano, eran las siete
y cuarto con la trampa, una hora más sin ella y me he llevado un
regalo: los últimos coletazos de la berrea más temprana que
recuerdo. Los he oído durante 10 minutos, muy cerca de Barrancos,
aunque pronto se han callado.
En nada, a la que se empieza a bajar
del otero donde está situado el pueblo, ya se pasa a la zona
española. Tras un tramo no muy largo por carretera poco transitada,
el camino va en busca de la rivera del Múrtigas, que presentaba un
estiaje considerable, aunque todavía tenía un montón de charcas.
Nada más llegar he espantado con mi presencia a una bandada de
cuatro ejemplares de cigüeña negra. En el risco del Águila, cerca
de Corterrangel, anida una pareja, pero nunca las había visto tan
cerca, aunque para cuando he tenido la cámara fuera, ya estaban
demasiado lejos. Lo que sí que he podido fotografiar, en la misma
rivera pero una vez he vadeado, ha sido una manada de ciervas nuevas,
en el margen opuesto a donde yo me encontraba. Abrid bien los ojos,
que se ve en la foto. Una vez vadeado el Múrtigas, el camino
asciende hasta la ermita de la Vírgen de las Flores, de preciosa y
humilde planta. Se le tiene tanta devoción en Encinasola, que se le
hacen dos romerías al año en lugar de una, como es común por aquí.
A partir de ahí el tramo hasta el final de etapa discurre por un
carril a través de un jaral-retamar que no ofrece, aparte de ninguna
sombra, ningún aliciente extraordinario. Bueno sí, la sensación de
tomar altura e ir dejando Huelva a la derecha, Portugal atrás y
Extremadura a la izquiera, y un hito, llamado la Piedra de los
Valientes, con muy buenas vistas sobre el lejano Barrancos.
Me voy "pa" España. Frontera.
Cierva en el Múrtigas. Perdón por la calidad.
Ermita de la Virgen de Flores
Jona en uno de los olivos centenarios del entorno de la ermita de Virgen de Flores.
Piedra de los valientes, con Barrancos al fondo.
Encinasola
presenta una estructura actual basada eminentemente en su pasado
defensivo como ciudad fronteriza. En los alrededores hay restos
claros de poblamientos de épocas previas, en el entorno de la Ermita
de Flores y, sobre todo, en la peña de San Sixto, por donde se
encaminarán mis pasos mañana. Antonio Perrina, marocho de pro, me
ha ayudado mucho a conocer hoy todo esto. Y también agradezco mucho
a David, al otro Antonio y a Nati su ayuda y su disponibilidad.
Cuatro
son los puntos de máximo interés en el mapa de Encinasola: los
fuertes (también llamados Torres y Baluartes) de San Juan y San
Felipe, la Iglesia de San Andrés, patrón de la localidad, y El
castillo de Azhinasola.
Sobre un
poso posiblemente tardorromano, se pobló esta zona en época de la
dominación árabe en torno al castillo de Azhinasola. Tras la
reconquista, otras lindes pasaron a amenazar este territorio: el
continuo tira y afloja entre los reinos de Castilla y de Portugal,
acabó desembocando en la guerra de Restauración. Pues esta es la
primera línea de defensa. El estupendo estado de otros castillos
como el de Aroche, el de Cortegana, el de Santa Olalla del Cala y
algunos más, le deben mucho a Encinasola, que actuó en numerosas
ocasiones como cabeza de turco. El castillo se encuentra en un punto
elevado de la localidad, pero rodeado a su vez de dos puntos más
elevados, los cerros de la Horca y del Murillo, desde donde los
portugueses asediaron a la localidad varias veces antes de que desde
Sevilla se mandara contruir los fuertes antes mencionados. El
castillo sufrió en aquel tiempo, pero su peor sino estaba por
llegar: a principios del siglo veinte, desde el municipio se quiso
extender la población a "ese recinto abandonado".
Diputación de Huelva, recién formada, se negó en redondo diciendo
que no se podía mover ni una piedra del mismo. Así que el entonces
alcalde hizo caso... en cierto modo. No movío ni una piedra, pero
dio permiso a que se construyeran viviendas aprovechando el castillo.
Resumiendo, las casas se comieron al castillo y ahora tenemos un
resto importante a la vista, la torre del homenaje, y una mancha de
restos diseminados por el interior de las casas que se arremolinan
alrededor de lo que antes fue. Incluso se pueden ver como las dos
torres de la entrada que escoltaban lo que era la puerta principal,
sin miramientos se vaciaron, se techaron, y voilá,
ya
tenemos una casa. O como por encima de algunos tejados aparecen
trozos desgajados de muros o torres.
La
Iglesia de San Andrés, también demuestra el carácter defensivo del
pueblo. Tiene, por ejemplo, unas paredes extraordinariamente anchas.
O también ventanas que en lugar de primar la iluminación exterior
(con aperturas que se amplian en el interior y se reducen en el
exterior del muro) priman la vigilancia y facilitan la defensa
(aperturas reducidas en el interior y extendiéndose en forma de cono
en las paredes exteriores). Construida en parte por el mismo
arquitecto que construyó lo que hoy es el parlamento de Andalucía,
sufrió el terremoto de Lisboa de forma severa: se derrumbó
enteramente la torre. Tuvo que ser recontruída, pero no en su
emplazamiento original, ya que había sepulcros en esa parte de
familias adineradas que se negaron a que se movieran las tumbas. Así
que la hicieron un poco más adelante, en uno de los huecos que tenía
la construcción original, pegada a la puerta. Y la sacristía
finalmente la hicieron en el otro hueco, con lo que la iglesia, pasó
de tener una forma de T a ser un rectángulo, con lo que afianza aún
más su imágen casi de fortaleza. Muy interesantes también las dos
placas, una funeraria y otra honorífica, de orígen romano, halladas
en San Sixto y que se colocaron, con muy buen criterio, cuando se
construyó la nueva torre a finales del siglo XVIII.
En
cuanto a los baluartes, se trata de una respuesta defensiva. Claro,
si te atacan varias veces desde el mismo punto elevado, pues a la que
puedes montas allí un baluarte, y a parte de ganar mucha
visibilidad, evitas que el enemigo se haga fuerte en zonas
estratégicas. Todavía corren por allí algunos cañones, algo no
muy frecuente en esta sierra.
También
hemos visto la ermita de San Juan, en la parte baja de la localidad.
Unos llanos de calles anchas, donde siempre se habían realizado el
entreno de las caballerías, que por algo era un pueblo defensivo. En
esta ermita está enterrado uno de los ministros de Isabel II, que
fue uno de sus promotores.
Y el
último regalito es que voy con retraso: Publico esta entrada con un
día de retraso, pues a eso de media tarde pinchó la red de Movistar
y hasta que no he llegado a la etapa siguiente he andado huérfano de
telecomunicaciones. Ruego piedad a mis fieles lectores.
Baluarte de San Juan.
Cañoñazo desde San Juan. A ver quién se atreve a venir.
Vista de Encinasola desde el baluarte de San Juan. Al fondo, se adivina el baluarte de San Felipe.
Torre de la antigua puerta del castillo, convertida en casa.
Resto del castillo, "emergiendo" de un tejado.
Iglesia de San Andrés.
Detalle de una de las ventanas de la iglesia.
Placas romanas de San Sixto, en la pared de la iglesia.
Baluarte de San Felipe.
Ermita de San Juan.
¡Gracias Antonio! Qué gran marocho.
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